"El periodismo consiste esencialmente en decir "lord Jones ha muerto" a gente que no sabía que lord Jones estaba vivo" (Chesterton)
Hoy escribo con un poco de rabia, de indignación, de frustración. No sé contra quién cargar: contra las luchas de poder, el fenómeno mediático, contra mí mismo... La cuestión es que me indigna la imagen que estoy viendo a lo largo y ancho de las redes sociales y que parece que está removiendo las entrañas de toda la masa social de la que formo parte. Creo que es importante recordar el día 2 se septiembre de 2015 porque ese día, ¡más de una persona se enteró de que existían los refugiados! Bueno, en realidad no; en realidad ya lo sabían. Eso lo sabe todo el mundo. Los refugiados existen, del mismo modo que existen las amebas: yo solo las he visto en foto, pero me las explicaron en el colegio. Los refugiados, esa nueva entelequia social que recorre nuestros muros de Facebook. ¿Y por qué me lo parece? Por la foto que vi ayer aparecer por las redes sociales de un niño ahogado boca abajo en la playa (no voy a incluir la foto en la entrada, porque me parece que ya se ha exhibido bastante el cuerpo de ese pobre niño). Ese niño, al que espero que Dios tenga en su gloria y rezo por ello, apareció sin vida en las costas de no sé que playa, y parece que está conmoviendo a todo aquél que la ve (ahí me incluyo). Sin embargo, ¿qué es lo que nos da tanta pena? ¿la muerte de un niño o lo dramático de la escena? ¿acaso pensamos que esa playa podría ser la playa en la que veraneamos? ¿que un día la marea podría traer a un ser humano a la playa donde nuestros niños construyen castillos de arena que se podrían convertir en mausoleos? ¿se estarán convirtiendo los niños de nuestra sociedad en constructores de monumentos funerarios? Hoy en día, me lo planteo con una cierta angustia.
El niño que ha aparecido en una playa es uno más de los que aparecen muertos bajo la condición de "refugiados", pero no solo eso: también están los "masacrados", "tiroteados", "explotados"... sin embargo, a esos ni los vemos, ni por el momento nos afectan. Me recuerda a la catástrofe del "Ébola hispánico" ocurrida hace ahora un año; el Ébola llevaba años cobrándose vidas en África sin ser un problema, hasta que se infectaron algunos españoles... ahí todo se complicó, convirtiéndose el ébola en una amenaza que podía extenderse a lo largo y ancho de la península ibérica. ¡Ahí se convirtió en un problema! No había día que pudieras comer tranquilamente en casa sin ver noticias acerca del ébola, de la letalidad de su actuar, de su funcionamiento en los órganos internos... ¡hasta yo me pude convertir en un experto en ébola por unos meses! Y digo por unos meses porque luego el ébola desapareció por completo. El ébola ya no existe, en África ahora mueren por "otras cosas que no son ébola" (aunque he de decir que por lo que sé el ébola nunca ha sido la principal causa de muerte en África).
Pues me da la impresión de que con los "refugiados" está pasando lo mismo. La foto del pobre niño ha hecho que se conmueva la masa social y nos acordemos ahora de los refugiados. Hasta que hagamos algunas obras buenas, calmemos nuestras conciencias y a seguir viviendo. Porque que yo sepa el problema no empezó ayer, así como no comenzó ayer las matanzas que realiza la organización terrorista Estado Islámico o las guerras de poder en tantas ciudades africanas como la que nos contó Mons. Aguirre cuando vino a contarnos la situación en la República Centroafricana (sobre eso ya escribí hace ahora más o menos un año).
Pero claro, el que lee ahora puede pensar: "ya está este pidiéndome que me sienta mal...", "ahora habremos de vivir angustiados por las injusticias del mundo...", "¿y tú que haces por los "refugiados"? Es cierto, yo no hago demasiado, y eso es lo que me da rabia. Me da rabia no tomar conciencia de las cosas que suceden más allá de mi televisión y que están haciendo que gente con vidas tan densas e intensas como la mía vivan entre la vida y la muerte todos los días. Entonces, ¿qué hacemos? ¿nos hacemos todos "misioneros" (de esos que llevan comida, porque los que llevan fe, esperanza y caridad no hacen tanto bien)? Bueno, si eso fuera a solucionar el problema, podría ser una opción, pero sinceramente no lo creo.
Me parece que el problema no radica en que yo no tenga una escopeta más grande que la de todos los villanos que yacen por el mundo para poder ajusticiarlos. Igual el problema está en que mientras hay gente que se ve obligada a valorar su vida en tanto que puede acabarse mañana, muchos vivimos como si fuéramos a vivir eternamente, como si nos pudiéramos permitir tomarnos la vida a la ligera. Quizá, si valoráramos más lo que vale una vida seríamos capaces de llevar acciones a cabo que hicieran que por el valor de la vida de otra persona pudiéramos hipotecar un poco de nuestra vida.
Pero, ¿cómo va a cambiar la vida de los que viven la guerra en Siria las acciones que yo pueda llevar a cabo aquí? Pues me parece que el problema no es de hechos (ya que nos enteramos de los que quieren que nos enteremos), sino más bien un problema de actitud. Quizá si valoráramos al que tenemos al lado como alguien al que servir y no como alguien del que aprovecharnos, algo podría cambiar. Al fin y al cabo, no somos omnipresentes y no se nos van a pedir cuentas de no haber estado en dos sitios a la vez, pero sí que vivimos en una red de relaciones que nos hace responsables de aquellos que tenemos a nuestro lado, enfrente, detrás... Si viviésemos al otro desde abajo y no desde arriba, quizá nos veríamos a nosotros mismos como lo que realmente somos. Puede que ver las cosas desde abajo nos diera una perspectiva de la vida hasta ahora desconocida, quizá nos ayudaría a que, a pesar de no conocer a tanta gente que muere a diario en todo el mundo por causas inhumanas, hiciéramos lo posible por la vida de aquellos que nos rodean para que esta pudiera ser un poco mejor.
Sin embargo, todo esto solo son "quizás" fruto de una irritación pasajera, que quizá mañana se me hayan olvidado... o ¿quizá no?

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