Pensando en voz alta (sobre Tikkun Olam)
Creo que esta entrada le va a gustar a poca gente, pero me da igual. Al fin y al cabo, escribo aquí cuando algo me da que pensar o cuando me apetece sacar algo que estoy pensando. Y esto es algo sobre lo que he pensado bastante últimamente, aunque me he lanzado a escribir por culpa de Twitter. Normalmente no escribo después de ver Twitter, porque me parece un nido de gente enfadada con el mundo y que tiene algo que decir sobre cualquier tema sin pagar las consecuencias de sus argumentos. Sin embargo, hoy ha sido diferente. He entrado en Twitter y he visto muchas publicaciones sobre la situación que se está viviendo en Gaza, y quiero aprovechar para escribir algo sobre esto que llevo pensando un tiempo.
Palestina e Israel
No soy analista político ni voy a entrar en cuestiones que, personalmente, se me escapan. Soy una persona que ve cosas. Y os quiero compartir lo que veo, por si vosotros también lo veis.
Veo un conflicto que lleva años activo y, en no pocos periodos, encendido en llamas. Un conflicto entre dos pueblos que reclaman una tierra como suya, pero no un conflicto entre dos iguales. Yo he estado en territorio israelí y territorio palestino, y puedo decir que los dos lugares no son iguales. Cuando alguna vez he pasado de Jerusalén a Al Azariyeh (antigua Betania), separadas ambas por el llamado "Muro de la vergüenza", me he dado cuenta de que estos lugares no son iguales. No sé de quién es la culpa, pero sé que la situación anárquica que se vive en Al Azariyeh no es una situación deseada (se ve en sus calles por poco que camines por ellas).
Veo que, en lo acontecido en las últimas semanas, poco orgullo debe haber. Ni en los atentados sucedidos en el Festival "por la paz" ni en lo que ha sucedido en los días posteriores. Quien se sienta orgulloso por cualquiera de las situaciones que se están dando es inhumano. No me parece bien, ni lícito (aunque haya leyes que puedan apoyarlo, puesto que por encima de todo considero la ley natural), que un soldado muera asesinado por otro soldado. Y no es que me considere un pacifista como tal. Comprendo la situación y comprendo que hay guerras y que la gente muere, pero pienso que ningún interés de ningún país debe ser tan importante como para que mueran vidas de manera más o menos sistemática por él. Ahora bien, la cantidad de vidas que se están perdiendo en medio de esta situación, asesinadas, me parece vergonzoso. Personas que mueren por el simple hecho de haber nacido en un lugar y no en otro, y que eso a alguien le pueda parecer bien, se escapa a mi inteligencia. Mucha gente está muriendo por el simple hecho de ser "palestino", o de haber estado en un festival en medio de la nada. Y esto hay gente a la que no le parece mal. De verdad que no lo entiendo. Me da igual a quién "apoyes" (como si esto fuera un partido de baloncesto): si tu madre estuviera en el bando contrario, seguro que te parecería mal que la mataran. Pero como solo es "gente", y como allí se matan desde hace tiempo, pues no pasa nada. Pues esas vidas de esa gente que tanto salen por la tele, son tan valiosas como la tuya, esa que tienes tan bien montada y planeada.
Y veo niños, muchos niños, que están muriendo. Ponles el apellido que quieras, pero me parece terrible. En nuestra sociedad española cada vez más se blinda la integridad de los niños (cosa que me parece más que necesaria), pero allí es como si el hecho de que mueran bebés y niños diera un poco más igual. Nos escandalizamos cuando aquí alguien mata a un bebé pero que allí estén muriendo niños a bombazos lo vemos casi normal. Y no, no quiero que te sientas mal por esto. Quiero que abras los ojos y te des cuenta de lo hipócrita que es nuestra sociedad: en un mundo hiperglobalizado, no damos el mismo valor a las vidas de aquí que a las de allá. Nuestros países no se cansan de firmar acuerdos en protección de cosas pero cuando pasa algo al otro lado del charco mediterráneo es como si no fuera con nosotros. De verdad pienso que absurdo es cada vez más la palabra que mejor define al momento presente.
Y veo política e intereses detrás de todo esto hasta el punto de que me da asco. Que si apoyas a unos eres de un partido y si apoyas a otros eres de otro partido. Que si unos partidos defienden lo indefendible y otros defienden a los buenos de todo este asunto. ¡Pero que esto no va de bandos! ¡Que todo viene bien para que siga el circo político! Y la gente se lo cree. Y ves gente apoyando a un bando o a otro por lo que dicen sus líderes ideológicos. ¿Pero no véis que viven de vuestros enfrentamientos en el bar? Lo que decía antes, si quienes mueren fueran sus madres, sus hermanas o sus hijos las cosas cambiarian bastante, o hablarían con menos ligereza o brabuconería, pero solo sigue siendo "gente".
Mi conclusión
No vivo en el país de la piruleta. Creo sinceramente que si esto sigue ocurriendo, difundiéndose a la velocidad del rayo por redes sociales como nunca antes, y no somos capaces de poner por delante a las personas que sufren, es que no hemos aprendido nada como sociedad o como países. La Declaración Universal de los Derechos Humanos, fruto de un cargo de conciencia propio de una guerra sin precedentes, se queda en un panfleto que sirve entre poco y nada. No es que no crea en los derechos humanos (que no se crearon en 1948), en lo que no creo es en su carácter vinculante. Porque si lo fuera, en el momento en que empiezan a morir civiles no habría duda en que todos los países que dicen creer en eso intervinieran para que dejara de ocurrir. Pero esto no sucede. Ni sucede en Ucrania. Ni sucedió en tantos lugares. Ni sucede nunca.
Por eso opto por seguir haciendo lo que llevo haciendo ya bastante tiempo: ocuparme en que mi corazón se haga un poco más blando y no asustarme porque me conmuevan estas cosas. Predicar aquello que creo que sí que cambia el corazón de la gente, porque en el mío, poco a poco, va surtiendo efecto (con sus fallos y retrocesos). Estoy convencido de que lo mejor que puedo hacer en esta situación es no dejarme vencer por la desesperanza, ni por las muestras de falta de humanidad que aparecen más a menudo de lo deseable. Al fin y al cabo, si yo soy capaz de no hacer la guerra al que piensa diferente o ve el mundo de distinta forma a la mía, creo que algo cambiará en el mundo, aunque no sea tan importante como para salir por la tele. Tenemos derecho a indignarnos y a la pataleta, pero no dejemos que el mal endurezca nuestro corazón. Nosotros somos hijos de la esperanza, y cada vez que nos resistimos a que nuestro corazón se parezca más a una piedra, el mundo es un lugar un poquito mejor. Y esto yo lo veo cada día, en las personas que tengo a mi alrededor, cada vez que reman a contracorriente porque descubren que no nos podemos conformar con vidas mediocres o viendo el sufrimiento de los otros sin hacer nada. Cada vez que nos revelamos contra lo injusto, que impedimos que alguien sufra de manera injusta o gratuíta, o que nos enfadamos porque hemos visto un anuncio que hace falsas promesas a personas desesperadas para vender más, a mi juicio contribuimos a que el mundo sea un lugar un poco más habitable para el ser humano. Y esto sí que depende de nosotros.
Por eso, para acabar, quiero recordar unas palabras de Emil Fackenheim, pensador judío posterior al Holocausto, que afirmó que la única manera de asumir algo que aparece como una novedad en lo que al mal se refiere y enfrentarse a él, es asumir que "se prohíbe a los judíos proporcionar a Hitler victorias póstumas. Se les manda sobrevivir como judíos para que el pueblo judío no perezca. Se les manda recordar a las víctimas de Auschwitz para que su memoria no perezca. Se les prohíbe desesperar del hombre y su mundo […] para que así no contribuyan a entregar el mundo a las fuerzas de Auschwitz". Creo que hoy a nosotros también se nos prohíbe desesperar del hombre y del mundo, aunque a veces nos cueste.

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