¿Tiempo de gracias?

Ante la inusitada efervescencia de prácticas pastorales emergentes en una sociedad confinada, me permito pensar en voz alta para contribuir a la reflexión sobre cómo vivir en tiempos de coronavirus. He leído las reflexiones de varias personas en torno a la efervescencia de prácticas, hasta ahora inexistentes, en las que sacerdotes u otros agentes de pastoral buscamos mediar en la relación de los creyentes con Dios. Vamos, lo que hemos hecho siempre, pero a través de internet y otros medios de comunicación social. Y no es que el aburrimiento haya inundado nuestras vidas. Personalmente, para este tiempo tengo trabajos que hacer, trabajos que dirigir, tareas que poner al día, una casa que limpiar... en fin, que no sé si con una cuarentena tendré bastante. Siendo esto así, ¿por qué no me dedico a eso en vez de enviar una reflexión sobre las lecturas del día, o de buscar la manera de retransmitir la celebración de la Santa Misa, o de elaborar prácticas de piedad que ayuden a quienes lo necesiten a vivir esta situación particular?

Sinceramente, porque no soy ni profesor, ni administrativo, ni amo de casa... soy sacerdote. Y el sacerdote es quien, entre otras cosas, hace de mediador entre Dios y los hombres. Todos somos sacerdotes por nuestro bautismo, pero lo cierto es que el sacerdocio ministerial también incluye esa dimensión de entrega, para que los demás puedan acercarse a Dios a través de ellos. Es cierto que, en este tiempo, una manera magnífica de ejercer el sacerdocio es a través de la oración y la celebración de la Misa, y es tiempo de gracia para ejercer nuestro sacerdocio de esta manera. Sin embargo, el coronavirus no tiene porqué acabar con la dimensión pastoral; esa dimensión por la que ayudamos, a quienes lo necesitan, a acercarse a Dios como Iglesia. Yo, personalmente, he recibido el encargo de hacerlo en el Rincón de Ademuz, y en conciencia, hago lo mismo que hacía antes del dichoso-virus: buscar la manera de ofrecer medios para que esta porción de la Iglesia de Cristo sea más Iglesia y más de Cristo de la mejor manera que sé, empezando por mí mismo, junto con el resto de cristianos que formamos estas parroquias. Es cierto que nadie lo necesita, por su sacerdocio bautismal; es cierto que hay quien tiene medios suficientes para acercarse a Dios sin lo que nosotros podamos ofrecerles. Sin embargo, pienso que si no lo hacemos ahora, y un virus ha sido suficiente para que dejemos de ejercer esa dimensión de nuestro ministerio, tampoco hace falta que la ejerzamos cuando pase todo esto, porque no deja de ser algo accesorio que no sirve para nada.

Gracias a Dios, creo en la Iglesia, católica, entre otras cosas. Y pienso, que la diversidad de opinión es buena. Confío en que, quienes pasen 14 horas al día, en este tiempo, haciendo oración y cultivando sus mentes a través de la lectura, hacen tanto bien como quienes buscan la manera de hacerse el encontradizo en las redes con quienes están confinados en sus casas, ofreciendo medios para quienes los necesiten (puesto que los que no tienen esta necesidad, no la tienen ni ahora ni antes). No pienso que una cosa sea más digna de admiración que la otra. El problema viene cuando una de las dos formas de vivir este tiempo, entra en conflicto con la otra. En ese punto, sobran los argumentos. No hay punto de entendimiento: yo lo hago bien y los otros no se enteran de los signos de los tiempos.

Que Dios nos ayude y nos dé discernimiento; no tanto para vivir en tiempos de coronavirus, porque esto pasará. Que Dios nos ayude y nos dé discernimiento, para darnos cuenta de que la riqueza de la Iglesia se manifiesta en la diversidad de sus miembros vivida desde la comunión, sin la necesidad de pensar que yo tengo la fórmula, y el resto no se enteran.

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