Miles de jóvenes acogen a Valencia en el Encuentro Europeo de Taizé

Y vuelve a ocurrir, pero es totalmente distinto. Vuelve a repetirse, aunque como si nunca hubiera pasado. Un año más vuelve a tener lugar el Encuentro de Taizé, pero vuelve a ser algo totalmente nuevo. Y si todos los años son diferentes, este año ha sido lo totalmente otro. La experiencia de este año ha sido única por muchos motivos para el que escribe, pero especialmente porque ha pasado de "ser acogido" a "acoger". De hecho, esa ha sido la dinámica de este Encuentro que quiero compartir con el que lee.

Como ya dije en otra entrada, para mí este encuentro empezó hace mucho. Empezó cuando tuve la primera visita de nuestras dos voluntarias a Quart de Poblet hace ahora casi 3 meses. Hasta entonces sabía que el Encuentro estaba ya preparándose, pero yo todavía no había decidido "encontrarme". Sin embargo, fue desde ese día que para mí empezó el Encuentro. Desde ahí, todo empezó a coger una cierta perspectiva. Fué como una fuerza centrípeta que me fue arrastrando a poner en el centro lo que ha ocurrido estos días en Valencia. A mucha gente, durante este tiempo, le dije que casi tenía más ganas de que pasara que de que llegara. Públicamente pido perdón por mi necedad, porque hoy me encuentro con la sensación de nostalgia característica que me habría permitido vivir en Encuentro muchos días más a pesar del cansancio y a pesar de todos los pesares. Y es que es cierto que el cansancio ha estado ahí, pero como dice el canto: "el alma que anda en amor, ni cansa ni se cansa".


Sin embargo, no voy a hacer un resumen de los días del Encuentro ni de las experiencias que he vivido que son muchas, sino más bien una síntesis en una palabra: "Acogida". Puede parecer evidente, ya que este año era Valencia la que acogía y no la que viajaba, pero para mí esta ha sido la dinámica del Encuentro. Una Acogida que más allá de ofrecer casa y comida, ha ofrecido "vida". La vida de los que aquí vivimos, me atrevería a decir que en la mayoría de los casos, ha sido abierta a la acogida de quien ha querido entrar. No me refiero exclusivamente a los que han venido de fuera; me refiero a todos los que se han querido encontrar con nosotros. "Acoger" es abrir nuestra vida al Otro, al otro, y esto es lo que nos ha pedido la comunidad de Taizé a la gente que vivimos en Valencia. Si solamente hubieramos abierto nuestras casas, nuestras iglesias, nuestros colegios... puede que no hubieramos acogido. Sin embargo, si de algo me alegro en este Encuentro es de ver cómo se han abierto las vidas de muchas personas al Otro y al otro. Comunidad de Taizé, voluntarios y voluntarias, ¡habéis conseguido transmitir lo que queríais que viviéramos! Y yo me siento testigo privilegiado por ello. Testigo porque he podido verlo en muchas realidades. A pesar de que a veces esa itinerancia me ha sido una carga, hoy doy gracias a Dios por haberme permitido participar de tantas vidas que se abren al Encuentro.


Acoger ha sido estar abierto al otro, que se ha encontrado con nosotros en sus circunstancias particulares, fueran buenas o malas. Ha sido encontrarse con el otro estando uno mejor o peor, más animado o menos. Muchas son las personas que pasan por mi mente en estos momentos, y pensar en esas personas es para mí pensar en historias que Dios entreteje en un telar que pretende transformar en el tapiz de su Iglesia. A quienes me he encontrado nos unía el vínculo de la fe que se hace vida en cada uno según sus circunstancias, de una manera concreta y en unas circunstancias concretas, pero que sirve de vínculo para unirnos en lo fundamental, y que hace que nuestras vidas se abran al encuentro en todo lo demás. Seguramente para muchos habrán nacido amistades en este encuentro, otras se habrán retomado, pero sobre todo hemos podido ver y vivir que la fe une, que es un vínculo fuerte, resistente y eficaz, y que a pesar de conocernos, ya antes estábamos unidos en la fe en Cristo. Acoger a Cristo que nace y se hace como nosotros en Navidad es lo que marca la diferencia en un Encuentro, y nos abre a nosotros a la acogida del otro que busca en nosotros un hermano con quien compartir el camino de la fe. Eso se traduce en amor, simpatía, cariño, interés... pero cuando nace de la fe, permite que a pesar de las distancias y los avatares de la vida siga existiendo un vínculo que si bien a veces es invisible, por el Encuentro sabemos que está vivo y se hace vida en nosotros cuando nos dejamos encontrar.

Sin embargo, no solo hemos acogido los valencianos en este Encuentro; también lo han hecho polacos, ucranianos, croatas, franceses, italianos, alemanes, españoles... Y ellos nos han acogido a nosotros. Nos han hecho un hueco en sus corazones y nos han permitido conocer a través de ellos un fragmento de vida que nos abre a nosotros al Encuentro. Podrían haber sido apáticos o venir a hacer turismo religioso, pero no. Yo me he visto acogido por mucha gente que ha venido a Valencia, que han acogido en ellos mi vida y mi persona y que han hecho que pueda compartir con ellos vida durante este encuentro. Me han permitido salir de mí mismo y poner mi mirada en el Otro, en los otros, en ellos. Creo que no son los que han venido de fuera los que han recibido de nuestra parte por mucho empeño que nosotros hayamos puesto. Yo he recibido mucho más de lo que he dado, y esa es la paradoja del Evangelio: "dando, se recibe". Puedo decir que este Encuentro me he sentido muy bien acogido en muchos sitios y por muchas personas, así que solo puedo agradecer.

Gracias a la Comunidad de Taizé por su empeño firme de llevar a cabo el deseo de Jesús en la última cena: "Padre, que todos sean uno como Tú y Yo somos uno". Gracias a tod@s los voluntari@s, instrumentos del amor de Dios y de unidad, que entregando sus vidas han dado vida a Valencia. Gracias a las parroquias en las que he podido ver la acogida y la ilusión por acoger. Y gracias a todas las personas que han venido y nos han acogido en sus vidas. Hoy es un día de dar gracias a Dios, porque solo las cosas que mueve a través de su Espíritu consiguen hacer que milagros como estos sean verdad en nuestras vidas.

Gracias, Gràcies, Thank you, Dzięki, Merci, grazie, hvala, Vielen Dank, завдяки, дзякуючы, paldies.
See you in Letonia!

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